Comenzaré por el objeto que más ilusión me hizo. Mi padre me regaló un
diario que relataba mi vida desde el día en que vine a este mundo. Al cumplir los 18 años lo recibí con la tarea de seguir describiendo mi vida, y así lo hago todas las semanas con las mismas ganas que cuando hice la primera línea.
Sin duda, una de las cosas más satisfactorias en esta vida es el deporte, por lo que no he querido prescindir de mi balón de waterpolo. Este me acompaña desde que tenía 14 años, que fue cuando entré en las filas del C.N. EASO. Él y yo somos grandes amigos.
Cada uno de nosotros tiene una vena “friki”, y en mi caso, soy un aficionado de la historia, la geografía y todo lo relacionado con la estrategia. Este caballero del grial bretoniano es una figura de Warhammer que pinté con 15 años. Sigo dedicando parte de mi tiempo a los juegos de estrategia, porque además de disfrutar con ellos, creo que se trabaja mucho la mente.
Hay muchas maneras de reaccionar a la hora de recibir un regalo, y estoy convencido que la del momento no es la que uno desearía. Este cuadro fue un regalo de un gran amigo que sabía lo que regalaba y a quién se lo regalaba, ya que “The Fallingwater” es la casa donde yo viviría.
Y por último… el objeto más especial para mí. El que me acompaña todas las tardes y las noches de los viernes, el que me desconecta de la realidad, el que me hace sentir la música, el que me relaja… Y todo gracias a mi madre, que consiguió convencerme para que lo estudiara cuando tenía 8 años. Y no es más que una caja de madera hueca… pero es mi Violín.